Jorge Pinos, exarquero de Barcelona SC, de vender mangos en un circo a campeón de Sudamérica con Independiente
Jorge Pinos se vistió de héroe en la final de la Copa Sudamericana de Asunción por salvar a Independiente del Valle en más de una ocasión y, fundamentalmente, por atajar el penal de Luis Miguel Rodríguez, la figura del Colón de Santa Fe.
Su acierto en el minuto 54 fue determinante para las aspiraciones de los Rayados de quedarse con el triunfo en La Olla Monumental, que en el descuento ampliaría su ventaja a 3-1.
Gran actuación del nacido hace 30 años en San Camilo, Quevedo. La organización de la Copa Sudamericana lo eligió la figura de la final y le entregó el premio Bridgestone Best Of The Match.
Merecido reconocimiento para un hombre al que le tocó ganarse la vida como conductor, atendiendo un bar de una escuela, vendiendo fundas con mango en un circo durante cinco meses cuando el fútbol lo miraba de lejos.
¿La clave? “Trabajar duro”, dijo ayer después de la final. El perseverante portero contó su historia en una entrevista a diario Extra, publicada en septiembre.
Sus inicios fueron en el equipo Palmeiras. Continuó su aprendizaje en el Omar FC. A la edad de 12 años ya jugaba en la Selección de Sucumbíos, a donde tuvo que ir a vivir. En esa tierra fue dirigido por Pedro Pablo Papi Perlaza. Al mando del popular Papi Perlaza, ganó varios títulos y uno internacional en Costa Rica. Formó parte del Caribe Jr.
En la entrevista, Pinos narra que en el 2012 estuvo en el primer plantel de Barcelona SC, luego pasó por algunos equipos de la segunda categoría, hasta que en el 2016 le tocó vivir fatalidades, inclusive fue engañado por gente que lo ilusionó diciéndole que lo llevarían a un club de Hungría pero antes debía hacer una parada en Brasil “por el tema de la visa”.
“A la serie A llegué en el 2018 con Técnico Universitario, antes había estado en varios equipos de segunda y serie B. En Barcelona estuve en el 2012, pero no debuté. La perseverancia es tu mayor virtud, hasta que se dio lo de Independiente del Valle. Esperé mucho, pero gracias a Dios se dio. Tuve años muy duros en mi vida, pero siempre tuve el respaldo de Dios, de mi familia y me supe levantar”, inicia.
“Pasó todo al revés. Pasaron tres meses y estaba en la ciudad de Jacarezinho (una ciudad pequeña del estado de Paraná) y nunca se dio nada y volví. Cuando se dio lo del terremoto del 2016 mi familia estaba en Manta, y debía ganarme la vida. Me tocó hacer de chofer y mirar de lejos el fútbol. Lo de conducir era la única opción que tuve allá. Eso fue durante un mes. A veces lloraba de impotencia porque no estaba jugando. La familia me decía que confíe en Dios”.
De regreso a Ecuador, consiguió trabajo en Quevedo, en el circo Los Pelusas. Su función era conducir un carro, y cuando no lo hacía, recorría el circo sosteniendo un charol cargado de mangos que había pelado su esposa.
“Mi esposa me ayudaba mucho, ella en el entretiempo de las funciones pelaba mangos. Me tocó hacer eso, debido a que ya estaba cerrado el libro de pases”.
Confiesa que nadie le compró durante su primer recorrido dentro de la gigante carpa. “Cogí las fundas y comencé a recorrer el circo, tenía el charol en mis manos, gritaba “¡mangos, mangos, mangos!”, nadie me compró nada. Y ni siquiera me hicieron señas para preguntar cuánto valía. Ya cuando me iba a dejar las funditas, una señora me llamó y me compró uno. Así fue la primera vez. Luego sí vendía”.
“Lo que servía era poder ganarme el sustento diario. Fueron cerca de cinco meses. Esto era todos los fines de semana”, manifestó el ahora campeón de la Copa Sudamericana. (D).
Fuente: El Universo.