Muere Shirley Temple a los 85 años
Cantaba, bailaba, lucía unos tirabuzones perfectos y, sobre todo, atrajo enormes audiencias para la Fox en la América de después de la Gran Depresión. Shirley Temple, fallecida a los 85 años, fue una de las primeras niñas prodigio del cine y una mina de oro para Hollywood.
Sus maneras de adulta, su sonrisa ideal y también esa forma de fruncir el ceño conquistaron a legiones de admiradores -recibía una media de 16.000 cartas al mes- y salvaron al estudio de la bancarrota, llegando a hacer una caja de 1.250 dólares a la semana.
Pero los logros de Shirley Temple fueron más allá de lo cinematográfico, ya que se retiró cumplidos los 20 para reinventarse una nueva vida como diplomática. Y también ahí dejó huella al convertirse en la primera mujer jefa de protocolo de la Casa Blanca.
En el celuloide, la pequeña estrella nacida un 23 de abril de 1928 en Santa Mónica (California), hija de un banquero y una ama de casa, debutó con poco más de tres años.
Protagonizó más de 40 títulos hechos a su medida como “Poor little rich girl” (1936) o “The Little Princess” (1939), aunque también John Ford se fijó en ella y la fichó como hija de Henry Fonda para “Fort Apache” (1948).
Fue la hija de Gary Cooper y Carole Lombard en “Now and Forever” (1934), un préstamo a la Paramount; la niña huérfana que cantaba la canción de “Lollipop” en “Bright Eyes” (1934) o la pequeña que bailaba claqué subiendo una escalera junto a Bill Bojangles Robinson en “The Little Colonel” (1935).
Su éxito fue tal que hasta Salvador Dalí la transformó en bestia surrealista en uno de sus cuadros, y con sólo seis años la Academia de Hollywood le concedió un Óscar especial por sus “dotes extraordinarias”.
Metro Goldwyn Myer la quiso para protagonizar “The Wizard of Oz” (1939), pero Darryl F. Zanuck, el fundador de Fox, se negó esta vez al arreglo, y el papel fue a parar a Judy Garland.
Lo cierto es que las ganancias del estudio con la pequeña estrella no se reducían a la taquilla, ya que sus canciones también se vendían como rosquillas, e incluso llegó a anunciar cereales, vestidos y hasta jabón. El contrato expiró en 1940, y Temple se retiraría nueve años más tarde.
Su carrera política y diplomática aún tardaría unos años en despegar. En la década de los sesenta empezó a colaborar con el Partido Republicano y, tras un fallido intento para convertirse en congresista en 1967 por California, Temple ocupó distintos puestos diplomáticos.
El presidente Nixon la nombró delegada de la misión norteamericana en la ONU en 1969 y fue embajadora en Ghana, entre 1974 y 1976, cuando se convirtió en jefa de protocolo de la Casa Blanca.
Como embajadora en Checoslovaquia (1989-1992), fue testigo de la Revolución de Terciopelo, un movimiento pacífico que forzó la caída del Partido Comunista y la transición hacia un sistema democrático.
También ha sido parte de los consejos directivos de diversas empresas y compañías sin ánimo de lucro, entre ellas Walt Disney, el Institute for Internacional Studies de la Universidad de Standford o la Comisión de Estados Unidos para la Unesco.
Casada a los 17 años con el soldado reconvertido en actor John Agar, con quien tuvo una hija, Susan, dos años más tarde se divorciaron y Temple conoció a su segundo marido, el empresario Charles Alden Black, con quien contrajo matrimonio ese mismo año.
En 1972 superó un cáncer de mama y sus últimos años los dedicó a colaborar en la lucha contra el cáncer y a revisar su legado cinematográfico, que contó en su autobiografía, “Child Star”.