Djokovic ya manda en París
Aunque todavía no ha levantado nunca la Copa de los Mosqueteros, el serbio Novak Djokovic ya manda en París, donde impone su estatus de número uno del mundo, en la pista y fuera de ella.
En su último duelo, que le sirvió para meterse en octavos de final contra el británico Aljaz Bedene, manejó el partido a su gusto con el objetivo de que acabara antes de que se echara encima la noche.
Al final, cuando iba a hacer la entrevista desde la pista con la que se cierra cada duelo en las canchas principales, se permitió el lujo de llamar al árbitro del partido. “Va a hablar el árbitro, bajo mi responsabilidad”, aseguró ante la hilaridad del público, en una actitud que recordaba a la frase “el Estado soy yo” que pronunció Luis XIV de Francia.
Otros, los más viejos del lugar, compararon el gesto con el que hizo también reír a la afición protagonizado por Jimmy Connors cuando subió a la silla del árbitro del partido para discutirle un punto.
Armas
Djokovic maneja todas sus armas para hacerse con un torneo huérfano de su principal dominador, el español Rafael Nadal, y de su hombre más carismático, el suizo Roger Federer, el preferido de los aficionados franceses.
A la espera de levantar su primera Copa de los Mosqueteros, el serbio ha comenzado a conquistar el corazón de los franceses.
Tras cada partido se dirige a ellos en francés, multiplica las citas con los medios de comunicación, canta, se disfraza, bromea, siempre tiene un gesto amable, una palabra para el niño que le pide un autógrafo.
Ya no se comporta como hace unos años, cuando imitaba a Nadal o a John McEnroe. Ya no finge problemas físicos para desestabilizar al rival. Ahora, el bufón de la corte ha accedido al trono, aunque todavía no lo ha conquistado.
Djokovic no lo tendrá nunca tan cerca como en esta edición. Con la baja de Nadal, su ruta hacia su cuarta final, la segunda consecutiva, aparece totalmente despejada.
Rivales
De los siete rivales que figuran en su parte del cuadro, ninguno parece, sobre el papel, en disposición de desviarle de su objetivo, que le convertiría en el octavo tenista de todos los tiempos en poseer los cuatro grandes.
Ninguno de esos siete rivales le ha ganado un partido en los últimos tres años, lo que muestra que el serbio también gobierna sobre la pista. (D).
Fuente: El Tiempo.