Yunguilla, el valle donde las hosterías desplazaron a los sembríos de caña
Los locales de comida empiezan a aparecer en la vía Girón-Pasaje, pero también anuncios de venta de viviendas y terrenos.
El calor se hace sentir, mientras el bus de la cooperativa Santa Isabel parece que se va a desbaratar por el mal estado de la carretera.
El verdor de la naturaleza evidencia que se trata de una tierra productiva y turística, pues también aparecen publicidades de hosterías.
El cantón Santa Isabel está situado en el valle de Yunguilla, que se ha convertido en uno de los destinos favoritos para vacacionar, principalmente de los cuencanos. Está ubicado a unos 60 kilómetros de la capital azuaya y en bus el viaje podría durar una hora y media.
La ciudadanía es amable y orienta a los recién llegados. Algunos desconocen por qué el lugar donde viven se llama Yunguilla. Unos dicen que es por el clima y otros por la agricultura. Un grupo más intenta explicar que el término proviene de dos palabras quichuas: yun y guilla, de las cuales al final desconocen el significado.
De lo que sí están seguros es que esta zona de clima semitropical se caracterizó por los extensos sembríos de caña de azúcar, las moliendas y la producción de aguardiente. Luisa Chacha recuerda que desde distintas partes del país llegaban en busca de cientos de litros de licor de la bebida. “Todo esto era cultivos de caña. Había muchas moliendas y llegaban camiones a comprar el licor”, asegura. Actualmente la situación ha cambiado. Ya no hay los numerosos trapiches y tampoco se pueden ver los extensos cultivos de caña. “Es que ya no es una actividad rentable”, dice Lautaro Banegas, propietario de una de las 10 moliendas que aún subsisten en el sector.
Los habitantes recuerdan que antes había más de 60 de estos espacios artesanales que cerraron con el transcurso de los años.
Su negocio está ubicado en la parroquia Abdón Calderón, conocida también como La Unión. Los habitantes dicen que es el “corazón de Yunguilla” y en su ingreso se levanta un monumento de un productor sentado junto a un trapiche (máquina utilizada para extraer el jugo de caña).
Banegas trabaja junto con su familia y dos ayudantes más. Producen semanalmente unas 800 panelas que son comercializadas principalmente en Cuenca. Le cuesta $ 1.000 obtener una hectárea de caña de azúcar y eso le alcanza para la producción de unas tres semanas.
“Este negocio permaneció cerrado unos tres o cuatro años porque ya no era rentable, pero después como cerraron otras moliendas decidimos volver a abrir”, expresa Banegas, quien asegura que las ganancias son pocas, pero sí mejores que en anteriores años.
Enrique Cornejo, un hombre de la tercera edad, se encarga de elaborar las panelas una vez que se extrae el jugo de la caña se lo hierve hasta convertirlo en miel.
Banegas explica que es el único que sabe cómo elaborar las barras de este dulce, pues a las nuevas generaciones ya no les interesó esta actividad. “Si él ya no quisiera trabajar, ¿no sé qué haría?”, se pregunta. La entrega de aguardiente a las fábricas se redujo. Por ello los productores se dedicaron a producir miel y panela.
Los sembríos de caña también disminuyeron, pues al cosecharse anualmente ya no era beneficioso económicamente y por esa razón, los agricultores apostaron a los cultivos de ciclo corto, como cebolla, tomate, legumbres, entre otros.
Dos décadas de cambios
Los cambios empezaron hace 20 años, dice Banegas, tras el desastre de La Josefina. Los cuencanos ya no podían construir sus quintas en Paute y descubrieron el valle.
Al ver que el negocio de la caña de azúcar no era rentable, los nativos de Yunguilla vendieron sus terrenos sobre los cuales se construyeron quintas vacacionales y hosterías. Ellos dejaron de ser cañicultores y cerraron las moliendas para convertirse en los cuidadores de los inmuebles. Otros se dedicaron a la construcción, a manejar camionetas y pocos continúan con la actividad tradicional cañicultora.
“Ahora ya no se vive de la agricultura, sino del turismo”, manifiesta Luis Urgilés, otro habitante de Abdón Calderón, en donde según datos de la Junta Parroquial, existen 6 mil personas en población nativa y 12 mil que están de paso.
En el lugar no solo viven cuencanos, sino también de otras partes de la provincia, incluso extranjeros.
“Es que Yunguilla es el paraíso para ellos”, indica Amador Beltrán, jefe político de Abdón Calderón.
Aunque con un poco de dudas, Beltrán fue el único que se atrevió a descifrar el significado de Yunguilla, el cual, según sus conocimientos, se traduce en ‘Tierra caliente’.
La vida en este valle es tranquila. Sus habitantes deben comprar agua embotellada, pues carecen del líquido. Hoy, le apuestan al turismo pues aseguran que los sábados y domingos, así como la temporada de vacaciones, Yunguilla es muy visitada por sus hosterías, su clima, incluso por su bebida tradicional: la mapanagua (que es una mezcla de aguardiente, guarapo y unas gotitas de limón). (I)
Datos
En la zona hay fauna y entre las principales especies están aves como: el cernícalo americano, la paloma collareja, el colibrí jaspeado y el colibrí frentiestrella arcoiris.
Por las noches quienes visitan al valle de Yunguilla pueden observar al al raro buhíto frentianteado.
En cuanto a flora el sitio es un gran productor de tomate, cebolla, naranja y la caña de azúcar.
El origen de Yunguilla está relacionado con la historia indígena ya que, según historiadores, el centro del valle era un adoratorio cañari. Allí, existen evidencias arqueológicas de quienes vivieron en otras épocas.
En las inmediaciones de esta comunidad aún hay terrenos en venta. Los precios varían de acuerdo al tamaño y la ubicación, respecto a vías y servicios.
Fuente Diario El Telegrafo