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“La convivencia con el futbolista me ha permitido ser mejor DT”

Los jugadores que han trabajado bajo su disciplina lo catalogan como un director técnico extremadamente exigente e intenso. De esos que se obsesionan cuando durante los entrenamientos una jugada no sale bien. De esos que están convencidos de que la repetición es el paso previo a la perfección.

Javier Rodríguez es entrenador de fútbol, pero tiene alma de comerciante. Trabajó en el Puerto Marítimo de Guayaquil antes de convertirse en estratega. Cada vez que viaja al exterior, utiliza sus viáticos para comprar mercadería y vendérsela a sus amigos cercanos.

¿Cuál es su estilo? ¿Qué adjetivos definen a Javier Rodríguez?

Metódico, disciplinado, ordenado, enérgico, serio, intenso, exigente, paternal… A veces los jugadores se quejan y me dicen que yo pienso que ellos son una máquina por la intensidad que tienen los entrenamientos, pero es la única forma de lograr la perfección futbolística. Ellos entienden que cuando les exijo es porque creo en sus condiciones. Si los ignorara deberían preocuparse. No tengo un referente como entrenador. Me gustan los pensamientos de algunos de Europa y de acá. Toda la experiencia que tengo me la he ganado con trabajo. He hecho cursos FIFA y cursos olímpicos fuera del país. He estudiado, me he preparado en la Universidad de Guayaquil, tengo una licenciatura en Cultura Física. La convivencia con el jugador me ha permitido ser mejor DT.

¿Qué ha descubierto en el día a día?

Que el jugador ecuatoriano es inteligente. Alguien dijo una vez que el futbolista nacional es muy vivo, pero fácilmente se aburre y eso trae como consecuencia que se olvide de las cosas rápidamente. Nosotros hacemos test, primero para valorar su cultura general. Usted puede tener un buen jugador, pero si no tiene una preparación intelectual, él no le va a asimilar. Y a eso apuntamos.

Usted dirigió a Michael Arroyo en las divisiones formativas de Emelec, ¿pudo ser mejor futbolista de lo que es ahora?

Sí, lamentablemente creció en un entorno muy fuerte para él. Si se hubiese dedicado solo a jugar al fútbol estaría en Europa y no en México. Siempre tuvo el mismo talento con la pelota. Era un niño muy sano, pero al mismo tiempo muy pícaro, muy sabido. Por ejemplo, tenía 9 años y luego de los entrenamientos no andaba con los de su edad sino con los más grandes. A quien veía le decía que no tenía cómo regresar a la casa y pedía para el pasaje. Se iba con plata de los entrenamientos. El año pasado que estuve en México me visitó y me dio gusto verlo en un carrazo con chofer.

¿En qué pensó en ese momento?

Recordé una anécdota. Cuando entrenábamos con Emelec en el colegio Simón Bolívar, él tenía 10 años. ¡Qué jugador era! A mí me gustaba hacer gestos técnicos con los jugadores y en ese tiempo estaba de moda la ‘bicicleta de Denilson’ y eso se le quedó a él. Todos los días la hacía, le gustó y la perfeccionó, pero era un jugador que no marcaba.

Era flaquito y se veía que iba a crecer y a tener buen biotipo, pero un día le dije que debía aprender a marcar. Hacía goles, centraba, se llevaba a todos, pero cuando perdía la pelota se quedaba parado. En una ocasión, durante una práctica, lo pellizqué para que reaccionara y le dije: “¿Por qué no corres? Te quitan el balón y te quedas parado, tienes que apoyar. Porque si vas a jugar un 50% vas a tener media mujer y vas a cobrar medio sueldo”. Pensé que todo quedaba allí, pero al siguiente día me fue a buscar la mamá. Ella, muy educada, me dijo que el hijo le contó lo del pellizco y me preguntó qué había pasado. Había pedido permiso en la casa donde trabajaba lavando ropa ajena, por lo que le pregunté si consideraba que era justo que mientras ella se sacrificaba trabajando para darle para el pasaje todos los días Michael llegara a los entrenamientos a perder el tiempo. La señora y no se enojó y más bien se rió.

¿Qué otras anécdotas tiene con otros jugadores?

En 2011 disputábamos con la selección sub-17 el Sudamericano que organizó Ecuador. Estábamos en la concentración cuando escuché llorando a Júnior Sornoza y Luis Batioja. Les pregunté qué les  pasaba y descubrí que había existido un problema en el grupo por un juego de Play Station. Eran las 00:30, desconecté el aparato y con el mismo cable los correteé para que se vayan a sus habitaciones. Estaban Sornoza, Batioja, Christian Ramírez y Carlos Gruezo. Mi enojo fue porque era de madrugada y dependíamos de ellos para clasificarnos al hexagonal final del certamen. Ellos entendieron  que habían actuado mal.

¿Es cierto que Carlos Gruezo llegó a sus manos como delantero?

Sí, pero yo no le vi condiciones para ser delantero. Lo que sí noté en él es su gran espíritu, nunca había visto a un chico así, ganador, nunca se quejaba, jugaba golpeado y terminaba con las rodillas hinchadas. Entonces le dije: “Carlos, tú como delantero no vas a llegar, primero, porque en ese puesto vienen extranjeros y es difícil; segundo, porque no tienes el biotipo para ser delantero”. Yo veía que en el área él no era como Sornoza, pero le vi mucho espíritu. Le dije: “Tú me vas a servir como 5”; al principio hubo resistencia y hubo polémica, incluso con un colega mío. El papá habló conmigo, pero educadamente. Fui honesto con lo que yo creía. Jugó como lateral y como volante de marca.

Usted es un formador nato, ¿pero cómo cree que le iría dirigiendo en un club de primera?

No me veo dirigiendo a un club de primera. Tampoco me veía como un formador, pero es lo mejor que sé hacer. Aunque no quiero que se me encasille como un DT de formativas, sino como un estratega nacional más.

En Ecuador no se le da la atención necesaria a las divisiones formativas, no hay infraestructura e implementos. Incluso a los entrenadores no se les paga a tiempo sus sueldos y, en casos más extremos, ni se les paga. ¿Vivió usted esa problemática cuando estuvo en algún club?   

Yo llegué a no cobrar 10 meses de sueldo, pero luego me pagaron todo. En Ecuador todavía el trabajo en divisiones menores es un sacrificio. Hablando con colegas paraguayos me enteré de que en ese país son bien pagados los técnicos formadores.

¿Cómo hizo para sostenerse económicamente en ese tiempo?

Tenía recursos, siempre fui comerciante. Siempre me gustó el comercio. Cuando viajo, traigo lo que puedo. Por ejemplo, ahora de Paraguay, traje unos relojes réplica de buena calidad. Cuando no tenga plata y un compañero quiera, los vendo. Siempre me manejé así. Pero sí me ha tocado ver a compañeros que no tenían otra fuente de ingreso. Era difícil.

¿Qué le depara a las selecciones de Sudamérica en este Mundial de Chile? ¿Hay cómo contrarrestar el poderío de Europa?

Yo no tengo mucha experiencia en competencias con equipos europeos, pero las veces que las medí en el Mundial en México, nuestro nivel con relación a ellos es bueno. Lo que sí debemos entender es que ellos defienden a muerte su filosofía de juego; ellos, si quieren entrar por un lugar en el que hay mucha marca, lo hacen, buscan la forma, hacen distracciones y entran; juegan siempre con el error del rival. La mejor manera de vencer al rival es mejorando nuestras deficiencias, mejorando nuestra mentalidad, hay que darle a los jugadores propuestas para que las resuelvan. Esperemos estar aptos para salir con lo nuestro, que es la clasificación a la segunda etapa y avanzar de a poquito.

¿Qué futuro le ve a José Gabriel Cevallos? ¿Podrá superar a su papá, José Francisco?

Tiene buenas condiciones para el arco. El apellido no le pesa. Yo lo veo cómo habla, cómo interactúa, sabe lo que quiere. Tiene suerte, el balón pega en el palo y él se queda parado y yo digo: ¡Qué arquerazo! (sonríe). Si Dios lo ayuda y él se deja, va a llegar. Aparte el papá (José Francisco Cevallos) le quita carga. No lo presiona, es diferente a otros padres.

¿Qué es lo ideal, que después de esto usted sea el DT de la sub-20?

Eso no me inquieta. Mi prioridad es estabilizar a estos chicos y seguir trabajando en los errores que cometimos porque vamos a enfrentar a los mejores del mundo. Ya tengo la experiencia de que jugando un Mundial contra Alemania, faltando 20 minutos, íbamos 1-1 y faltando 5 minutos ya íbamos perdiendo 6-1. Entonces debemos estar fuertes emocionalmente. Sobre la sub-20, ya veremos.

En ese sentido, ¿cuál es el trabajo de aquí hasta el Mundial? ¿Cómo garantizar que los jugadores sumen minutos en sus clubes?

Esperemos que los clubes les den más oportunidades. Siempre la sub-15 y la 17 trabajan con perfil bajo, es más fácil que el presidente dé permiso a los jugadores para entrenar, porque no están jugando el torneo de la A. Hay jugadores que estarán en el primer equipo, pero quizás no jueguen. En ese caso es mejor que estén en su categoría y tengan más minutos en cancha. (D).

Fuente: Diario El Telégrafo.